¿Por qué un grupo de jóvenes de escasos recursos, que abandonaron las aulas de clase desde hace varios meses, se han convertido en los tristes protagonistas de una ola de suicidios que se viene sucediendo en Valledupar?
¿Qué los motivó a colgar las sábanas de sus camas en las vigas de los techos de sus casas y los árboles de los parques de sus barrios, o a esconderse en los baños para cortarse las venas?
Ninguno de ellos sigue los pasos de los ‘suicidas del Saipán’, un grupo de nueve mil japoneses que durante los enfrentamientos entre Estados Unidos y Japón en la Segunda Guerra Mundial, prefirieron saltar desde los acantilados al mar, para escapar de las tropas ‘gringas’ y alcanzar “ un estado espiritual de igualdad”, según cuenta la historia.
En lo que se conoce hasta el momento, según las autoridades, el grupo de jóvenes no tiene un líder que los impulse a la muerte, que imite al desaparecido religioso estadounidense Jim Jones, quien creó una secta en la década de los años setenta e indujo a 909 de los miembros de su agrupación a envenenarse con cianuro, “para alcanzar otros niveles espirituales”, antes de la llegada del fin del mundo.
Lo que sí se ha podido establecer tras la muerte de dos menores de 16 y 17 años y el intento de quitarse la vida de tres jóvenes más de las mismas edades es que al menos 20 jóvenes más pensaban seguir los pasos de sus amigos, que al parecer pertenecen a una tribu urbana conocida como ‘emos’, que se reúnen en el parque Rojo del barrio Sicarare a altas horas de la noche y que presuntamente consumen cocteles que incluyen desde cápsulas de Rivotril, hasta licor y drogas sintéticas.
¿Cuál es la verdadera razón para querer acabar con sus vidas, si se trata de muchachos, a quienes según dicen sus mamás, papás y hermanos en medio de las lágrimas, “no les falta nada en la casa”?
El descubrimiento
Sergio Andrés Ustáriz, de 16 años, fue la primera víctima del presunto grupo de jóvenes que pactaron quitarse la vida.
Lo hizo el pasado 16 de mayo, cuando no había nadie en su casa, ubicada en el barrio Las Palmas. Su mamá entró a la vivienda y se encontró con la dramática escena que la dejó desconsolada: el cuerpo de su pequeño estaba colgado, sostenido de una sábana que estaba amarrada de la viga de una puerta.
En medio del dolor, la mujer, apoyada por el resto de su familia, logró descolgar el cuerpo y llevarlo hasta el hospital Rosario Pumarejo de López. No hubo nada por hacer. Sergio Andrés ya “había pasado a otro mundo”.
“¿Por qué lo hizo?”, era lo que la mujer se preguntaba en medio del llanto y la tristeza. Nadie pudo darle respuesta alguna ni explicarle las razones. Su hijo, que como muchos de sus amigos había abandonado el colegio y se dedicaba a la venta de comida ambulante con su abuela, “se las llevó a la tumba”.
Hasta ese día en Valledupar las autoridades registraban el suicidio de 13 personas de distintas edades. La mayoría eran hombres. Sin embargo, nueve días después de la muerte de este joven, uno de sus amigos, Luis Miguel Rodríguez Vanegas, repitió la misma historia.
El joven de 17 años se ahorcó en el patio de la humilde vivienda del barrio La Candelaria, en la que residía junto a su padre y su mamá de crianza, Edith Amparo Jaramillo.
La desconsolada madre fue una de las primeras en enterarse de lo que ocurría, pues una de las amigas de su hijo le contó, en medio del velorio, que un grupo de jóvenes, entre los que estaba su hijo y Sergio Andrés, pactó quitarse la vida.
Tras las investigaciones, las autoridades pudieron establecer que Luis Miguel consumía sustancias alucinógenas y que, como su amigo Sergio, también había abandonado el colegio.
Pero fue la noche del jueves 30 de mayo, en medio de un aguacero torrencial, que la situación se salió de control. Según contaron los vecinos del barrio El Carmen, los sorprendió la imagen de dos cuerpos que colgaban de un árbol.
A pesar de los relámpagos y la fuerte lluvia, vecinos del sector lograron descolgarlos de las sogas y salvarles la vida. Sin embargo, a pesar de estar lejos de cualquier soga o arma, los jóvenes retomaron su macabro plan: con sus manos se tomaron el cuello e intentaron asfixiarse, según contó un testigo cercano a las víctimas.
Y un caso más. Mientras familiares, amigos y personal médico trabajaba para que los jóvenes de 18 y 19 años se recuperaran, un menor de 13 años, adicto a los videojuegos, fue encontrado en el barrio Obrero intentando quitarse la vida. Su mamá, una mujer desempleada, según contaron algunos testigos, alcanzó a llevarlo a un centro médico y salvarle la vida.// Vanguardia (COM)
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