El drama de quienes no pueden pagar ni un funeral en Colombia

El 24 de diciembre del 2013, a Claudia Janeth Zamora le llegó una carta que le recordó la muerte de su madre. El mensaje era directo: debía reclamar los restos de su progenitora antes de un mes en el Cementerio del Sur.

Además de ser un pésimo recordatorio de la muerte en plena Navidad, también se le convirtió en una preocupación.

Sin empleo, con dos hijas adolescentes en embarazo y un pequeño de cinco años, no tenía recursos para recoger el cuerpo y cremarlo. “Cómo la iba a dejar a su suerte, sin darle un descanso; ella fue una madre ejemplar”, recuerda Claudia.

Como ella, según la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp), cerca de tres mil habitantes en Bogotá no tienen cómo pagar los servicios funerarios de sus familiares. En estos casos, el grado de vulnerabilidad de una persona no solo se mide en cuánto come, dónde vive o hace cuánto no tiene empleo, sino también en la posibilidad de encarar la muerte y sus costos.

Después del entierro, pasan cuatro años para que los restos dejados en una bóveda o enterrados en un lote se vuelvan a abrir. Los huesos en su mayoría salen todavía con tejidos y líquidos. “La exhumación para muchos familiares es como un segundo entierro, es volver a sentir la muerte cerca”, asegura Jhon Fonseca, funcionario de Inversiones Montesacro, empresa que opera los cuatro cementerios distritales.

Morir en ColombiaEntre las historias que conoce a diario en el Cementerio del Sur, Fonseca ha podido escuchar a quienes en carne propia viven esta tragedia. “Confiesan que no tienen cómo pagarlos, no vienen por ellos o se intentan llevar los huesos en las cajas donde los sacamos; sé que algunos los guardan hasta que con el tiempo puedan cremarlos”, relata.

En este cementerio, en promedio, de las 188 solicitudes mensuales para que los familiares paguen la exhumación de los cadáveres, un 46 por ciento no lo hace.

Cuando esto sucede, el cementerio se encarga de cremar los restos y llevarlos al cenizario público en el Cementerio Parque Serafín, donde en dos años ya se han archivado 2.896 cenizas.

“Aquí se identifican y se archivan por si los familiares luego quieren buscarlos, pero no se les permite el ingreso, ni tampoco tener lápida o que puedan rezarles”, asegura William Vargas Buitrago, administrador del cementerio donde opera este cenizario público, único en la ciudad y con una capacidad para almacenar 13.600 cremaciones.

Precisamente por la necesidad de ir a rezarle cada ocho días, Claudia Janeth se negaba a dejar ir los restos de su madre. Eran solo 127.000 pesos los que urgían. Buscó ayuda, intentó pedir préstamos, pero no consiguió el monto.

Una ayuda con los costos

La última puerta que tocó fue la de la Secretaría Distrital de Integración Social (Sdis), donde una funcionaria verificó que perteneciera a la base de datos Sirve, que incluye a las personas que por su vulnerabilidad han pertenecido a algún programa de ese despacho. Efectivamente, allí estaba registrada.

Ese era el requisito para convertirse en la primera beneficiaria de los subsidios de servicios funerarios de destino final que desde noviembre del 2013 fueron aprobados por la Uaesp y la Sdis.

Entre enero y junio del 2014, a 150 personas se les ha subsidiado el 90 por ciento de los costos por exhumación, inhumación o cremación de sus familiares.

“Queremos devolverles la dignidad a muchos ciudadanos que no tienen cómo asumir estos costos y se ven obligados a olvidar los cuerpos de sus seres queridos”, asegura Édgar Cruz Martínez, subdirector de Servicios Funerarios y Alumbrado Público de la Uaesp.

Los subsidios no se entregan en dinero a los beneficiados, sino que se transfieren a los cementerios distritales, que en lo que llevan del año han atendido en promedio más de 11.000 servicios funerarios, entre quienes pagan y quienes son subsidiados como Claudia. El 26 de enero, 32 días después de recibir la carta, ella, en compañía de sus hermanos, observó cómo rompían la bóveda de su madre. El cuerpo salió del cajón roto, fue identificado y luego ardió en el horno crematorio. Se llevó los restos a una capilla cercana.

“Era lo mínimo que podía hacer por ella, rendirle su último homenaje”.

‘El duelo en segundo plano’

Además de los impactos en política social que tienen los subsidios para servicios funerarios, en el ámbito individual de salud mental también expertos advierten de sus efectos positivos.

Según Argelia Medina Álvarez, psicóloga clínica y terapeuta en pareja y familia de la Pontificia Universidad Javeriana, cuando hay necesidades básicas insatisfechas como la salud o la educación, los procesos de duelo pasan a un segundo plano, lo que tiene consecuencias en la personalidad y la tranquilidad de las personas que no logran cerrar estos procesos y luego enfrentan depresiones o falta de motivación.

Con los ritos funerarios, como enterrar o cremar a los seres queridos, las personas pueden materializar esa despedida y así superar la pérdida.// El Tiempo (COM)

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